Tuesday, October 24, 2006

De como encontrar la piedra de la paciencia hace que pierdamos los pantalones

el frío de la tarde no impidió que saliera con Nahuel a comprar pantalones. No era una simple cuestión fetichista. A los siete años los pantalones son demasiado sensibles en la zona de las rodillas. Les hieren los árboles, los juegos de pelota, las patinadas por el suelo y tantas otras cosas cotidianas para alguien de esa edad Por eso, no había ni uno sano. Llegamos a la tienda y mientras hablaba con la vendedora, el niño desapareció. En realidad estaba oculto entre camisas y chombas, me di cuenta por la voz sarcástica de la amable vendedora:
-amor... ahí no podés estar porque la ropa se ensucia....!!!****&&&%%%$$$^^
Salimos del lugar sin pantalón y sin mucho humor para seguir buscando un pantalón sano. Pasamos por la vereda de la librería y Nahuel me llamó para ver unos libros de duendes. (Entonces debí suponer que nuestra salida había cambiado de objetivo y que terminaría remendando o poniendo rodilleras.) Creo que en esto somos iguales (el niño y yo): aceptamos -y hasta alentamos- las mentiras que nos hacen felices. Le dije que entráramos a preguntar cuánto salía. Eran las siete de la tarde, cuando Nahuel se instaló en la sala que nos atraparía.
Miramos el libro de los peques, y luego un diccionario, y mientras el jugaba con unas maderas y pedía que nos quedemos, yo me puse a ver otros libros infantiles. Encontré un título que me llamó la atención: La piedra de la paciencia. Dentro hay algo escrito con unas letras extrañas pareciera una mezcla de árabe y chino, y sus ilustraciones son como delicadas pinturas de acuarela. Según la contratapa, en la historia hay una mujer cansada que sueña y que se encuentra con un anciano de barba gris quien le anuncia que ha perdido la piedra de la paciencia.
Las contratapas a veces mienten, por eso prefiero hacer la prueba de "la primera línea": si el comienzo te atrapa seguro que merece ser leído.
y el comienzo dice así: "Ésta es la historia de una mujer que se volvió vieja en un sueño."
De la librería nos fuimos a las ocho con dos libros: un diccionario y una historia prometedora; y con veintisiete pesos menos.
Ya no quedaba tiempo para el pantalón que deberé coser esta noche.

2 Comments:

At 3:46 PM, Blogger Manolo said...

los niños tienen ese poder que los lleva a encontrar siempre lo trascendente. La vestimenta bien puede esperar, el placer de leer a los peques no!!!

 
At 6:19 PM, Blogger Un hombre sin reflejo said...

Estas son las cosas que me hacen sonreir sinceramente, me hacen pensar que no importa tanto el pasado, que siempre va a haber tiempos mejores... esa sensacion siento cuando veo un niño que lee, que aprende, que juega...
Un abrazo

 

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